Parte dado al General Gildardo Magaña, de un oficial zapatista, sobre el asesinato dl General Emiliano Zapata.

Explica en dicho parte, que Zapata al ver que Guajardo tomaba
Jonacatepec, aparentemente a sangre y fuego, y que cumplía la promesa de
entregarle para su castigo a los subordinados del traidor General Victorino
Bárcenas, cobró confianza e invitó a Guajardo a que tuvieran una primera
entrevista, acompañado cada uno de una escolta de sólo treinta hombres.
El mayor narra, que la entrevista se celebró en Tepalcingo, y
allí acudieron ambos, sólo que Guajardo, en lugar de presentarse con sólo la
escolta convenida, se hizo acompañar por seiscientos hombres de caballería y
una ametralladora.
Al ver Zapata a Guajardo, lo recibió cordialmente y lo
felicitó por haberse adherido a la causa del Sur. Hizo más: al saber que
Guajardo venía enfermo, le ofreció caballerosamente una pócima para su
curación; gentileza a la que pocas horas después correspondería Guajardo con la
felonía.
Celebrada la entrevista de Tepalcingo, se separaron Zapata y
Guajardo, citándose para el día siguiente en las cercanías de Chinameca.


Por esa puerta tenía que entrar forzosamente Zapata si
aceptaba la invitación, como lo hizo, y en ese instante se consumó la tragedia,
en la forma innoble que el parte aludido, detalla, el Mayor Salvador Reyes
Ávila describe en su parte lo siguiente:
“Vamos a ver al coronel, dijo el jefe Zapata: que vengan nada
más diez hombres conmigo, ordenó. Le seguimos diez, tal como él lo ordenara,
quedando el resto de la gente, muy confiada, sombreándose debajo de los árboles
y con las carabinas enfundadas”.

“Su fiel asistente, Agustín Cortés, moría al mismo tiempo.
Palacios debe haber sido asesinado en el interior de la hacienda”.
“La sorpresa fue terrible; los soldados del traidor Guajardo,
parapetados en las alturas, en el llano, en la barranca, por todas partes
(cerca de mil hombres), descargaban sus fusiles sobre nosotros. Bien pronto la
resistencia fue inútil; de un lado éramos un puñado de hombres consternados por
la pérdida del jefe y del otro un millar de enemigos que aprovechaban nuestro
desconcierto para batirnos encarnizadamente”.
“Así fue la tragedia, así correspondió Guajardo, el alevoso,
a la hidalguía de nuestro general en jefe. Así murió Emiliano Zapata. Así
mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando sus enemigos, para poder
enfrentarse a ellos, recurren a la traición y al crimen …”
El Mayor S. Reyes Avilés. - Firmado.
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