jueves, 5 de julio de 2018

Personajes de la Revolución (Obregón el Implacable) "El Asesinato de Francisco Murguia"




Asesinato del General Francisco Murguía

Muchos se ha dicho que la historia la escriben los vencedores y a lo largo de nuestra historia, hay muchos ejemplos de lo anterior, ¿Cuántas veces alabamos a los vencedores, aunque sean unos asesinos y traidores, nada más por que vencieron y olvidamos verdaderamente a los héroes, que la mayoría de las veces son los perdedores? De lo último hay muchos ejemplos, yo les voy a mostrar uno.

Cuando fue capturado el General Felipe Ángeles y habiéndosele formado consejo de guerra, la orden de Venustiano Carranza era terminante fusilar al famoso artillero, siendo comandante militar de la ciudad de Chihuahua el General Manuel M. Diéguez, y sabiendo
el General Álvaro Obregón de la inmensa popularidad del General. Ángeles, le envió un telegrama con el siguiente mensaje:

"Lo borraré a usted del número de mis amigos, si hace alguna gestión a favor del General Ángeles”.

Álvaro Obregón, era un tipo que amaba el poder, por el poder mismo, y no se andaba con cosas a la hora de ejecutar a los que se atrevían a disputarle el poder, tal como lo hizo con el General Francisco Murguía (A) “Pancho Reatas” y con una lista interminable de sus amigos que caerían muertos por la traición de un hombre que era implacable con sus "amigos”.

Y que además era un cobarde, porque él no mataba personalmente a sus enemigos, si no, que los mandaba matar, el tipo este instituyo el “Asesinato Político” cunado mando a matar al senador Field Jurado, porque se negaba aprobar los “Tratados de Bucareli”, en donde Estados Unidos lo reconocía como presidente a cambio de muchas prebendas que le dio el “Manco de Celaya”

El General Francisco Murguía, siempre fue leal a Venustiano Carranza y lo acompaño hasta su muerte en Tlaxcalaltongo, cuando escapaban de las hordas traidoras del Plan de Agua Prieta, comandadas por Álvaro Obregón.

A Francisco Murguía era el único carrancista a quien Obregón le tenía miedo y también le tenía un odio profundo, debido a una carta abierta a Obregón, en donde lo llamaba delincuente común, jefe de un mal gobierno por su inmoralidad política, y lo acusaba de malversación y despilfarro de fondos públicos, indignidades internacionales, aparte de haber nacido del crimen y sostenido por el crimen, adoptando el asesinato como sistema fundamental de conservación, contra sus enemigos políticos supuestos o reales, a quienes hacía desaparecer por medio de la ley fuga, por el secuestro, por el fusilamiento y aun por procedimientos que ni el mismo Victoriano Huerta empleó jamás, no obstante haber pasado éste como el tipo de soldado brutal que mata sin escrúpulos.

Decía Murguía que Obregón alardeaba de que las cárceles estaban vacías en México, pero era porque no había piedad para nadie. En esa carta abierta señalaba una lista de hombres que fueron asesinados por el régimen obregonista y terminaba su carta excitando al presidente Obregón a que suspendiera el sistema de asesinatos y traiciones y combatiera cara a cara, sin cobardías y perfidias, con lealtad y el género de armas que merecen los hombres de honor y firmaba. De usted lealmente enemigo: Francisco Murguía

Por lo anterior, no fue extraño que después de ser capturado en la parroquia de Tepehuanes, Dgo., Obregón le ordeno al General Juan S. Torres, Jefe de Operaciones de Durango, que le procediera a formar un Consejo de Guerra Extraordinario y que después fuera pasado por las armas, todo eso sucedió en la noche del 31 de octubre de 1922.

Ante el cuadro de fusilamiento, el General Murguía arengó a los soldados a que no lo fusilaban, sino que lo asesinaban, así en posición militar, con la cabeza en alto recibió la descarga de muerte.

De ese tamaño era el miedo que le tenía a ese valiente general. Obregón más tarde habría de morir asesinado, unos dicen que, por un fanático religioso, otros que por quien gobernaba a México en esos días, que era Calles, pero se habría de cumplir la sentencia del que a “hierro mata a hierro muere”.




General Porfirio Díaz Mori (¿Quienes fueron sus esposas?)


Las esposas de Porfirio Díaz

Casi la mayoría de las personas en México tienen una vaga idea de quien fue el General Porfirio Díaz Morí, saben que un brillante militar defensor de la República


y que fue presidente de México durante 35 años. Y aunque conocemos algunos aspectos de su vida privada y otros no.

Por ejemplo, Don Porfirio casi fue cura, ya que fue seminarista y lo hubiera sido, si hubiera conocido a Don Manuel Pérez, reconocido liberal de la época, que lo presentó con Don Benito Juárez, en aquel entonces Gobernador de Oaxaca y por, un sinnúmero de libros escrito en latín, de corte liberal, que le presto, para que en ellos él se apoyara en la enseñanza de latín que le iba a da a su hijo.


En esta ocasión vamos a hablar de las dos esposas de Don Porfirio, una fue, Doña Delfina Ortega Díaz, su sobrina carnal y la otra fue, Doña Carmen Romero Rubio, las dos en su momento, desempeñaron el cargo de primeras damas de México y que aparte de serlo, fueron las que estuvieron a su lado incondicionalmente en las buenas y en las malas.

Doña Delfina Ortega Díaz.

Nació el 20 de octubre de 1845 en Oaxaca, era hija de Victoria Manuela Josefa Díaz Mori, hermana de Don Porfirio y del doctor Manuel Antonio Ortega Reyes. Delfina era fruto de una relación extramatrimonial, pues su padre estaba comprometido con otra mujer. Por este motivo, se negó durante mucho tiempo a reconocer a su hija.

Cuando su madre falleció, se hizo cargo de Delfina su tía Nicolasa Macedonia Díaz. Aunque mantenía contacto con su tío Porfirio, lo veía en escasas ocasiones, debido a la intensa actividad militar de Don Porfirio.

Fue durante una visita de Porfirio a su familia, cuando se reencontró con su sobrina. Esta vez ya convertida en una bella adolescente. Don Porfirio, 15 años mayor que la joven, quedó prendando de ella. El 15 de mayo de 1867 Delfina y Porfirio contrajeron matrimonio. Fruto de esta unión nacieron ocho hijos, de los que sólo dos llegaron a la edad adulta. Delfina se hizo cargo de Amada Díaz, fruto de una relación de Don Porfirio con Rafaela Quiñones. Delfina la quiso y trató siempre como si fuera su verdadera hija.

Mujer culta, le gustaba estar informada sobre los asuntos de estado. Aunque siempre se mantuvo en un discreto segundo plano mientras ocupó el cargo de Primera Dama. El 8 de abril de 1880 falleció en su residencia debido a complicaciones en el parto de su última hija, que también falleció.

Doña Carmen Romero Rubio Castelló.

Nació el 20 de enero de 1864 en Tamaulipas, era hija de Manuel Romero Rubio y Agustina Castelló. Don Porfirio conoció a su segunda esposa poco tiempo después de la muerte de Doña Delfina. El encuentro tuvo lugar en la Embajada de Estados Unidos, durante una recepción. El 5 de noviembre de 1881 contrajeron matrimonio civil y un día después aconteció la boda religiosa. El matrimonio no tuvo hijos, pero Carmen cuidó de los hijos de Porfirio como si fuesen suyos.

En el momento de contraer matrimonio Don Porfirio no era Presidente de México. Pero cuando volvió a serlo, Doña Carmen se convirtió en una discreta Primera Dama. Colaboró en obras de beneficencia y asistió a actos de inauguración, entre otros eventos públicos. En 1911 acompañó a Don Porfirio al exilio, el cual lo vivió en la ciudad de Paris, Francia. Después de la muerte de Don Porfirio, ella continuó viviendo en la capital francesa hasta 1931. Ese año, decide volver a México, donde fallecerá el 25 de junio de 1944.