General Manuel de Mier y
Terán, “Su suicidio”
En el año de 1815, encabezo la
junta que trato de disolver el Congreso de Chilpancingo, a la muerte de
Morelos, pretendió asumir la jefatura de las fuerzas insurgentes, cosa, que no
fue aceptada por los demás caudillos insurgentes, se decepciono del movimiento y
se retiró de la lucha, pidiendo el indulto a la Corona Española.
Cuando se dio a conocer el
Plan de Iguala, suscrito por Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, se reincorporó
a la lucha bajo las órdenes del General Nicolás Bravo. Fue Ministro de la
Guerra en el gobierno de Don Guadalupe Victoria, el cual dejo por tener ciertas
discrepancias con el presidente, sigue ocupando puestos en los gobiernos siguientes.
Tuvo una decisiva
participación en la victoria contra las fuerzas invasoras de Isidro Barradas,
que en 1829 intentaron reconquistar México para España; sin embargo, sus
méritos le fueron escamoteados por Antonio López de Santa Anna, quien se
atribuyó toda la gloria de la campaña. Pocos años más tarde, este mismo
personaje lo desplazó de la contienda por la Presidencia.
Poco después, se trasladó al estado de Tamaulipas, en donde
tuvo deseos de conocer los detalles que rodearon a la muerte de Agustín de
Iturbide. Debido a la depresión por conocer el fin del consumador de la
independencia “se levantó muy temprano, vistió su uniforme con especial esmero
y regresó al cementerio de Padilla. Ahí desenvainó su espada, la apoyó sobre
una superficie y se arrojó sobre ella, quitándose la vida” el 3 de julio de
1832.
Don Carlos María de Bustamante reconocido historiador de la
época, narra lo siguiente en su Diario Histórico de México:
“Aquel día se afeitó, vistió
con sus mejores galas, permaneció algunas horas en el mismo lugar donde estuvo
preso Iturbide, y con el espíritu sereno tomó su espada y se atravesó el
corazón. Si la república había sacrificado a Iturbide 8 años antes ahí mismo en
Padilla, en un acto de inmolación, quizá tratando de redimir a la Patria, Terán
se suicidó frente a la tumba del libertador”.
Bustamante concluye su
narración:
"Dios le haya dado paz a
su alma y que su suicidio no haya sido criminal a los ojos de Dios, sino efecto
del trastorno de su cerebro"".
Conclusión:
El General Manuel de Mier y
Terán, era una persona muy reconocida por sus contemporáneos, por su excepcional
inteligencia, talento, esmerada educación y unos modales irreprochables. El General
Manuel de Mier y Terán parecía el candidato ideal para ocupar un día la
Presidencia de la República, al finalizar la lucha por la independencia. Sin
embargo, no logró concretarse debido a la astucia y jugarretas de Antonio López
de Santa Ana.
El Generalísimo José María
Morelos, tenía muy buen ojo para elegir a sus colaboradores; prueba de ello
fueron Mariano Matamoros, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, los Galeana y
los Bravo. De este grupo, Mier y Terán fue considerado el más brillante de
todos, distinción que reconocían incluso los realistas.