"Los Cuatro Soles"
El 20 de mayo de 1914, el General Francisco Villa entró
victorioso a la ciudad de Saltillo, Coahuila, después de lanzar su ofensiva, al
mando del General José Isabel Robles, sobre el General Joaquín Maas, Comandante
de la Plaza, los federales huyeron de la plaza en completo desorden. Después de
la batalla, los saltillenses salieron a las calles y le dieron un gran
recibimiento.
El Centauro Del Norte mandó llamar a los comerciantes
saltillenses al Casino de Saltillo a quienes reprendió severamente por la
hospitalidad que habían brindado a los Huertistas. Uno de ellos, manifestó
valientemente:
“Señor General, nosotros somos hombres de bien, no nos
metemos en la política. Nosotros queremos el triunfo de la Revolución, que es
causa justa y vengadora. Pero mandan las leyes de la guerra que el hombre
indefenso no puede guiarse por el consejo de su voluntad, sino por la voluntad
de quienes empuñan las armas”.
“Así se comprende, que hayamos dado nosotros la contribución
de nuestra ayuda a las tropas de Victoriano Huerta, las cuales, según nuestros
propios sentimientos, protegen una mala causa, y por eso estamos aquí a
decírselo, seguros de que usted no se entenderá y nos excusará, y que no
descubrirá en nuestros actos culpa merecedora de castigo”.
Villa escuchó con mucha atención aquellas palabras hicieron
buen efecto en su ánimo.
Señores, contestó, acojo con mucho gusto esto que ustedes me
vienen a decir, pues creo en la verdad de sus palabras. Cuando así no fuera, su
disposición a congraciarse con la causa del pueblo la limpia de los hierros
pasados, siempre y cuando en el futuro tengan ustedes bastante corazón para que
las amenazas de nuestros enemigos no los obliguen.
Digo, que, si yo los culpara, los culparía tan sólo del
delito de su debilidad, que ahora no quiero afearles. Estén pues seguros que
nada les va a pasar, y sepan que yo no soy hombre sanguinario y cruel, como me
pintan en su rencor los partidarios de Victoriano Huerta. Les declaró que tengo
por buena su confesión, y que no les impongo pena por su auxilio a las tropas
de los usurpadores, sino que en verdad estimó que hicieron eso contra la
inclinación de su ánimo.
Pero siendo también verdad que ya están aquí las tropas del
pueblo, y que esta causa nuestra, es la que ustedes protegen con su simpatía,
espero que ahora hablarán entre sí y resolverán de su voluntad propia haber que
ayuda pueden darle, y que vendrán otra vez delante de mí y me dirán:
“Señor General Villa, queremos el triunfo de su causa, y
para que se ayude y la ayude, aquí le traeremos esos cuatro reales”.
Salieron contentos los comerciantes por el buen trato que
les dio Villa y al día siguiente se presentaron con el revolucionario
diciéndole:
Señor General, aquí le traemos los cuatro reales que pudimos
reunirle. Se trataba de 72 mil pesos uno sobre otro.
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