domingo, 10 de junio de 2018

General Francisco Villa y San Pedro de la Cueva



Masacre de San Pedro de la Cueva


Si alguien cree que las guardias de autodefensa ciudadana son una novedad en México, se equivoca. Ya existían a principios del siglo XX en algunos poblados de la sierra de Sonora, para protegerse del bandolerismo y de quienes pretextando actuar en nombre de la Revolución asaltaban y cometían tropelías en algunos municipios como Mazatán, Mátape y San Pedro de la Cueva.

Las guardias, integradas en su mayoría por voluntarios y vecinos de la localidad de que se tratara, se establecían a la entrada de los pueblos y desde ahí revisaban a los forasteros, avisaban del peligro o repelían directamente a los invasores con sus propias armas.

Lo anterior es importante saberlo, ya que la actuación de las autodefensas de San Pedro de la Cueva en contra de las tropas villistas, desencadeno un hecho sangriento que a continuación les voy a narrar.

En octubre de 1915, el General Francisco Villa, cruzo los límites con Chihuahua y entro en Sonora, con el fin de apoyar al Gobernador de Sonora, José María Maytorena,, quien estaba en conflicto con Carranza, Calles y Obregón.

Entre el 31 de octubre y el 3 de noviembre perdió su primera batalla en Agua Prieta. Villa se retiró a Naco. De ahí pasó a Nogales y en el ferrocarril "sudpacífico" se orientó con destino a Hermosillo, la capital, que era su objetivo inmediato. Llegó a la hacienda El Alamito, y nuevamente fue derrotado por los generales Manuel M. Diéguez y Ángel Flores, en operaciones militares ordenadas por Álvaro Obregón desde Coahuila. Villa ataca Hermosillo el 21 de noviembre y es repelido.

El 25 de noviembre Villa en plena retirada decide trasladarse de El Alamito a La Colorada, después a Tecoripa y Mazatán para rodear posteriormente por Mátape y llegar a Tepupa y San José de Batuc. El humor de Villa no era precisamente el mejor, había sido derrotado y humillado, y la causa convencionista se encontraba ya en pleno declive, al igual que sus aliados en Sonora.

Aun así y después de abandonar parte del armamento y el equipo de guerra por las dificultades del traslado a caballo a través de la sierra, Villa decide emprender la retirada no sin antes aprovechar los recursos de los ranchos vecinos, recursos que utilizaba para alimentar a sus soldados y a sus animales

Pero dejemos la palabra Don Martín Noriega, cronista de San Pedro de la Cueva, quien años después declaro sobre estos hechos:

“En Mátape pasó la noche con toda su gente y allí tuvo conocimiento que había un camino que lo llevaba hasta Chihuahua y podía transportar la artillería sin muchos problemas. Enseguida, un contingente de más de tres mil soldados emprendió el viaje por el camino antes mencionado que pasaba por San Pedro de la Cueva”.

“Por otra parte, el señor Pancho Villa con el resto de la tropa salió de Mátape por una travesía que lo llevó directamente a Suaqui (de Batuc), lugar donde esperaría a los demás soldados junto con la artillería. Villa y sus acompañantes llegaron a Suaqui el día 30 de noviembre”.

“El día primero de diciembre, kilómetros antes de llegar a San Pedro, se adelantó un grupo de soldados para “tantear el vado”. Para esto, el grupo de voluntarios que se había formado para detener a los bandidos ya tenían conocimiento de que se aproximaba otra gavilla (gente lépera de mal vivir) y salieron a su encuentro en el lugar llamado El Cajete, aproximadamente a un kilómetro y medio del pueblo”.

Empezaron a llegar los supuestos bandidos, les empezaron a disparar y de “un de repente” ¡Que van siendo que no eran bandidos, sino una tropa de más de tres mil soldados! Entonces echaron a pelar y se escondieron para salvar el pellejo”. “En la balacera murieron cinco soldados villistas, entre ellos un sobrino del general, y un solo hombre del pueblo, llamado Mauricio Noriega, que no huyó porque recibió un balazo en la rodilla que le destrozó el hueso y ahí murió por tanta pérdida de sangre”. Hasta aquí termina el relato de Don Martin Noriega.

Las escenas dantescas vividas por los pobladores de San Pedro de la Cueva posteriores a la muerte del sobrino de Villa y con el dolor acumulado que éste ya traía por la derrota a manos de Obregón, Calles, Diéguez y Flores, no tienen límite en la imaginación de los sanpedrinos, que recibieron de sus bisabuelos y abuelos las versiones que ellos mismos testificaran:

“Derrumbe de puertas, saqueo de bienes, dinero y comestibles, incendio de viviendas, formación en columnas de seis en seis hombres adultos frente a la iglesia a quienes el Centauro del Norte decidió se les fusilara en venganza por lo de su sobrino, y los ruegos del párroco del lugar Andrés Avelino Flores Quesney, quien le pedía al general que parara con los fusilamientos, Villa enojado le advirtió que no siguiera con sus ruegos, a la tercera vez que le hizo el mismo pedimento, enojado Villa también lo mando a fusilar frente a su iglesia”.

Muchos años después, se construyó un monumento y una estatua del sacerdote Flores Quesney frente a la iglesia del pueblo, que en su base se lee:

 “En homenaje a los ciudadanos inmolados en este lugar por Francisco Villa, el 2 de diciembre de 1915”, en dicho monumento se colocó la lista de las personas fusiladas por Villa, en ella abundan los apellidos Calles, Noriega, Córdova, Basaca, Rivera, Ochoa Rivera, Encinas y Quijada, entre otros.

Por último, según Don Martín Noriega murieron ahí 73 vecinos de San Pedro, 6 chinos que comerciaban y 5 “fuereños que andaban de negocios”. 84 en total. y concluye: “¿de que sirvió que éste fulano matara tanta gente? Lo único que dejó fue huérfanos, viudas, y un gran odio.

Estoy de acuerdo en que los hombres que lo enfrentaron fueron los culpables, pero no todo el pueblo”. Posteriormente, Plutarco Elías Calles, como gobernador de Sonora (1917-1919) le otorgó una pensión de 15 pesos mensuales a cada una de las viudas.


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