Masacre de San Pedro de la Cueva
Si alguien cree que las
guardias de autodefensa ciudadana son una novedad en México, se equivoca. Ya
existían a principios del siglo XX en algunos poblados de la sierra de Sonora,
para protegerse del bandolerismo y de quienes pretextando actuar en nombre de
la Revolución asaltaban y cometían tropelías en algunos municipios como
Mazatán, Mátape y San Pedro de la Cueva.
Las guardias, integradas en su
mayoría por voluntarios y vecinos de la localidad de que se tratara, se
establecían a la entrada de los pueblos y desde ahí revisaban a los forasteros,
avisaban del peligro o repelían directamente a los invasores con sus propias
armas.
Lo anterior es importante
saberlo, ya que la actuación de las autodefensas de San Pedro de la Cueva en
contra de las tropas villistas, desencadeno un hecho sangriento que a
continuación les voy a narrar.
En octubre de 1915, el General
Francisco Villa, cruzo los límites con Chihuahua y entro en Sonora, con el fin
de apoyar al Gobernador de Sonora, José María Maytorena,, quien estaba en
conflicto con Carranza, Calles y Obregón.
Entre el 31 de octubre y el 3
de noviembre perdió su primera batalla en Agua Prieta. Villa se retiró a Naco.
De ahí pasó a Nogales y en el ferrocarril "sudpacífico" se orientó
con destino a Hermosillo, la capital, que era su objetivo inmediato. Llegó a la
hacienda El Alamito, y nuevamente fue derrotado por los generales Manuel M.
Diéguez y Ángel Flores, en operaciones militares ordenadas por Álvaro Obregón
desde Coahuila. Villa ataca Hermosillo el 21 de noviembre y es repelido.
El 25 de noviembre Villa en
plena retirada decide trasladarse de El Alamito a La Colorada, después a
Tecoripa y Mazatán para rodear posteriormente por Mátape y llegar a Tepupa y
San José de Batuc. El humor de Villa no era precisamente el mejor, había sido
derrotado y humillado, y la causa convencionista se encontraba ya en pleno
declive, al igual que sus aliados en Sonora.
Aun así y después de abandonar
parte del armamento y el equipo de guerra por las dificultades del traslado a
caballo a través de la sierra, Villa decide emprender la retirada no sin antes
aprovechar los recursos de los ranchos vecinos, recursos que utilizaba para
alimentar a sus soldados y a sus animales
Pero dejemos la palabra Don Martín
Noriega, cronista de San Pedro de la Cueva, quien años después declaro sobre
estos hechos:
“En Mátape pasó la noche con
toda su gente y allí tuvo conocimiento que había un camino que lo llevaba hasta
Chihuahua y podía transportar la artillería sin muchos problemas. Enseguida, un
contingente de más de tres mil soldados emprendió el viaje por el camino antes
mencionado que pasaba por San Pedro de la Cueva”.
“Por otra parte, el señor
Pancho Villa con el resto de la tropa salió de Mátape por una travesía que lo
llevó directamente a Suaqui (de Batuc), lugar donde esperaría a los demás
soldados junto con la artillería. Villa y sus acompañantes llegaron a Suaqui el
día 30 de noviembre”.
“El día primero de diciembre,
kilómetros antes de llegar a San Pedro, se adelantó un grupo de soldados para
“tantear el vado”. Para esto, el grupo de voluntarios que se había formado para
detener a los bandidos ya tenían conocimiento de que se aproximaba otra gavilla
(gente lépera de mal vivir) y salieron a su encuentro en el lugar llamado El
Cajete, aproximadamente a un kilómetro y medio del pueblo”.
Empezaron a llegar los
supuestos bandidos, les empezaron a disparar y de “un de repente” ¡Que van
siendo que no eran bandidos, sino una tropa de más de tres mil soldados!
Entonces echaron a pelar y se escondieron para salvar el pellejo”. “En la
balacera murieron cinco soldados villistas, entre ellos un sobrino del general,
y un solo hombre del pueblo, llamado Mauricio Noriega, que no huyó porque
recibió un balazo en la rodilla que le destrozó el hueso y ahí murió por tanta
pérdida de sangre”. Hasta aquí termina el relato de Don Martin Noriega.
Las escenas dantescas vividas
por los pobladores de San Pedro de la Cueva posteriores a la muerte del sobrino
de Villa y con el dolor acumulado que éste ya traía por la derrota a manos de
Obregón, Calles, Diéguez y Flores, no tienen límite en la imaginación de los
sanpedrinos, que recibieron de sus bisabuelos y abuelos las versiones que ellos
mismos testificaran:
“Derrumbe de puertas, saqueo
de bienes, dinero y comestibles, incendio de viviendas, formación en columnas
de seis en seis hombres adultos frente a la iglesia a quienes el Centauro del Norte
decidió se les fusilara en venganza por lo de su sobrino, y los ruegos del
párroco del lugar Andrés Avelino Flores Quesney, quien le pedía al general que
parara con los fusilamientos, Villa enojado le advirtió que no siguiera con sus
ruegos, a la tercera vez que le hizo el mismo pedimento, enojado Villa también
lo mando a fusilar frente a su iglesia”.
Muchos años después, se
construyó un monumento y una estatua del sacerdote Flores Quesney frente a la
iglesia del pueblo, que en su base se lee:
“En homenaje a los ciudadanos inmolados en
este lugar por Francisco Villa, el 2 de diciembre de 1915”, en dicho monumento
se colocó la lista de las personas fusiladas por Villa, en ella abundan los
apellidos Calles, Noriega, Córdova, Basaca, Rivera, Ochoa Rivera, Encinas y
Quijada, entre otros.
Por último, según Don Martín Noriega
murieron ahí 73 vecinos de San Pedro, 6 chinos que comerciaban y 5 “fuereños
que andaban de negocios”. 84 en total. y concluye: “¿de que sirvió que éste
fulano matara tanta gente? Lo único que dejó fue huérfanos, viudas, y un gran
odio.
Estoy de acuerdo en que los
hombres que lo enfrentaron fueron los culpables, pero no todo el pueblo”.
Posteriormente, Plutarco Elías Calles, como gobernador de Sonora (1917-1919) le
otorgó una pensión de 15 pesos mensuales a cada una de las viudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario