La
muerte del Lic. José Bonales Sandoval)
En su libro “Hazañas y muerte de
Francisco Villa” escrito por el Ing. Elías Torres, nos narra un pasaje que nos
enseña cómo era o más bien, como actuaba el General Francisco Villa, cuando se
trataba de castigar a los traidores.
Nos cuenta el ingeniero, que, en
El Paso, Texas, se encontró al Licenciado José Bonales Sandoval, quien iba a
entrevistarse con el General Francisco Villa, para lo cual, él ya tenía un
salvo conducto que amparaba a él y a un licenciado de apellido Ramírez y a seis
más.
Cabe hacer mención, que Bonales
Sandoval, había sido el abogado defensor del General Villa cuando fue procesado
por insubordinarse al General Victoriano Huerta y debido a lo anterior él creía
firmemente que le tenía una gran estimación y asi se lo demostraba con una carta que
como salvoconducto recibió, en la
que, además de hacerle patente su amistad y aprobar
el deseo de verlo, lo invitaba para
que pasara a su
Cuartel General, enviándole,
de paso, un
che que, por trescientos dólares para gastos.
Bonales Sandoval era felicista y
según se había enterado el Ingeniero Torres, por boca del mismo Bonales
Sandoval, que venía de Nueva York, con una misión secreta del centro directivo
de ese bando político, cosa que le extraño al ingeniero Torres.
El licenciado se despidió del
ingeniero Torres, diciéndole que pronto tendría noticias de él para que las
publicara y que de no
estar tan urgido
de tiempo, preparando su viaje, no le podía dejar
un retrato suyo para ornar la
nota que seguramente
iba a tener que
dar de él.
Al día siguiente no había trenes
de pasajeros que partieran para el sur, así que, el General Villa le ordeno a
su agente financiero, Gabino Vizcarra, que, de orden de él, le pusiera un tren
especial que condujera a Bonales Sandoval y a sus acompañantes hasta Jiménez,
Chih., que era en donde se encontraba el Cuartel General de la División del Norte, al día
siguiente partieron hacia allá, acompañados el propio Gabino Vizcarra.
Tiempo después, Gabino Vizcarra
le conto, como testigo presencial al ingeniero torres los hechos trágicos que
le sucedieron a Bonales Sandoval y a sus acompañantes.
Gabino Vizcarra le dijo al
ingeniero, que cuando llegaron a la casa que ocupaba el Cuartel General en
Jiménez, el general los recibió personalmente, abrazando cálidamente a Bonales
Sandoval, quien le presentó a sus acompañantes, abrazando a cada uno, Villa
parecía contento, porque le alegraba
ver de nuevo a quien lo había defendido
en los días amargos.
Bonales Sandoval, aprovechando,
desde luego, la buena acogida que el general le dio y tras de algunas
otras frases, le dijo que traía una
comisión de Félix Díaz y le entrego una carta, cuya contestación esperaba en
forma favorable.
Bonales Sandoval le dijo: “Para nosotros,
mi general, no hay más jefe de la Revolución que usted. Carranza es una figura
decorativa, incapaz de dirigir ni
siquiera un ligero combate. Hace usted bien en no aceptar órdenes de quien nada
puede hacer si no fuera por las tropas de la División del Norte”
Villa recibió sonriente la carta,
la leyó, o más bien trató de leer el sobre y cuando iba a sacar la carta,
Bonales lo interrumpió, diciéndole:
“Guárdela usted, mi general, mañana
la leerá y nos dará la contestación,
que no corre prisa que lo haga desde
luego”.
El General Villa siguió sonriente y se guardó la carta, platicando con Bonales
otro poco de tiempo, sin demostrar lo más ligera contrariedad, ordenando,
después de un rato, que se preparara
alojamiento a los
recién llegados, pues
la noche se había
echado encima y era
preciso descansar, Estos
se despidieron para
retirarse con otro abrazo y el consabido grito coreado
de "viva Villa”
Únicamente se quedó Gabino
Vizcarra, con el fin de solucionar unos asuntos pendientes, después de hacerlo,
Villa saco la carta y le dijo a Vizcarra:
“Vamos a
ver, amigo Don Gabino, qué
me escribe ese Félix
Díaz” en seguida le dio la carta para que se la leyera, en ella, Díaz lo
reconocía como jefe supremo
del movimiento revolucionario, le ofrecía
ayuda tanto pecuniaria
como de contingente de jefes
para el ejército, y le hacía
patente su odio hacia Huerta, para
cuya completa destrucción se ponía incondicionalmente a sus órdenes, fomentando,
de paso, la división que cada día
era más grande entre Villa y Carranza.
Cuando Vizcarra acabó de leer, y
le entregó la carta a su jefe, éste, sonriente como al principio, sin nada que demostrara
en él disgusto alguno, se guardó el papel
y, después de hablar de otros asuntos, se despidió de su agente financiero.
A la mañana siguiente, le conto Gabino Vizcarra al ingeniero
Torres, que lo despertaron de orden del general, ya que los recién llegados
iban a almorzar con Villa y que lo llamaban para que los acompañara.
En la mesa ya estaban los
generales Rodolfo Fierro, Manuel “El Chino” Banda y otros. Vizcarra menciona
que el quedo sentado frente a Bonales Sandoval, quien al lado del general departía
alegremente, guiñando el ojo de cuando
en cuando a sus acompañantes.
La comida se servía en un amplio corredor,
de techo de lámina, ubicado al extremo de un amplio patio, en el estaban
formados algunos soldados formados en línea.
Cuando uno de los acompañantes
del Lic. Bonales Sandoval termino de comer, Villa le pregunto:
¿Ya acabó
usted? Le ofreció más comida, a
lo que le contesto “No, gracias, mi general, estoy enteramente satisfecho.
Bueno, dijo Villa dirigiéndose a
todos, como les ofrecí voy a darles la contestación a la carta que me trajo el licenciado
Bonales. ¿Con que usted ya acabó, amigo?
Le dijo al primer comensal que se había sentido satisfecho. Sí señor, ya acabé,
muchas gracias.
Entonces el General Villa se
dirigió al General Fierro y le dijo, “vamos a darles la contestación convenida,
empezaremos por este amigo que ya
acabó”, enseguida Fierro cogió del brazo al comensal y lo condujo hasta la
pared de enfrente, colocándolo de espaldas
a la pared.
En el acto, cinco soldados avanzaron
e hicieron una descarga cerrada sobre el invitado, que rodó por el suelo,
bien muerto.
Luego se dirigió al General Banda
y le dijo, ahora sigue con los demás, lo mismo que tú, Fierro, a medida que
vayan acabando, les van dando la contestación.
El pánico se pintó en el semblante de todos los
convidados no es para describirse, ninguno de los convidados quería
concluir su almuerzo, todos hubieran
querido tener el estómago
del tamaño de un carro de ferrocarril, para no llenarlo nunca.
Uno a uno fueron cayendo frente a la pared
descascarada, las acompañantes protestaban:
"Señor general, yo no sabía
qué comisión traía este señor”, “A mí me invitó a que lo acompañara clamaba otro, pero yo no sé a qué viene"
"Yo me estaba muriendo de hambre en El Paso y me presté a acompañarlo para salir de apuros, pero nunca me dijo que
fuera Felicista", nada de eso
valió. Uno a uno fueron cayendo para
no levantarse más.
El último fue Bonales Sandoval, el miedo lo paralizo, no
podía levantarse de la silla, tembloroso
suplicaba a Villa, que seguía
sonriendo pavorosamente y dijo:
“Si mi
madre, dijo Villa, me
viniera a pedir que traicionara la causa de la Revolución,
para volverme reaccionario, a mi madre
mandaría matarla, camine, amigo”
Bonales no pudo levantarse, Fierro
cogió la silla por el respaldo y la arrastró
con su carga hasta las cercanías de la pared, y allí los soldados hicieron
fuego sobre Bonales Sandoval, sentado y mudo
de espanto, con los horrores de la
agonía pintados en el rostro.
Años después, cuando el General Villa
estaba ya en paz, en la Hacienda de Canutillo, le dijo al ingeniero Torres, que
el creyó, que Bonales Sandoval, era el parte de un plan de Carranza, para
hacerlo flaquear en sus ideas revolucionarias y para exhibirlo ante los demás
como un reaccionario.
Así se explica lo que entonces no tuvo explicación lógica, ya que después de que fusilo a
Bonales Sandoval, Villa dictó una carta para
Carranza en la que le decía lo que había sucedido y le anexaba la carta de Félix Díaz. Concluyendo
la misiva, con éstas o parecidas frases:
"En vista de esto, los he
mandado pasar por las armas, a reserva
de lo que usted resuelva sobre
el particular"
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