lunes, 11 de junio de 2018

Hechos Trágicos de la Revolución (La Masacre de Huitzilac)


General Francisco R. Serrano (La Masacre de Huitzilac)



El General Francisco R. Serrano, nació en 1886 en Santa Ana, Distrito del Fuerte, estado de Sinaloa. Siendo sus padres Rufino Serrano y Micaela Barbeytia. Desde joven radico en el estado de Sonora, en donde trabajó como Tenedor de libros y Contador. En 1910 se adhirió al movimiento revolucionario con el grado de Subteniente, alcanzando el grado de Capitán 2/o., a la muerte de Madero se dio de alta en las filas del Ejército Constitucionalista, en la Columna Expedicionaria, al mando del entonces Coronel Álvaro Obregón.

Acercándose la sucesión presidencial, el General Álvaro Obregón, presiono al entonces Presidente de México, General Plutarco Elías Calles, para que se reformaran los artículos 82 y 83 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para que se permitiera la reelección, después de un sexenio de por medio. 

El General Serrano que tenía la aspiración de suceder a Calles, se inconformo por esa reforma y lanzo un manifiesto a la nación rechazando tal maniobra atentatoria a los ideales más puros de la Revolución Mexicana (sufragio efectivo. No reelección), y lanzo su candidatura a la Presidencia de la República. En contra de su antiguo jefe y viejo amigo, el general Álvaro Obregón quien, le había tomado tal gusto a la silla presidencial que se empecinó en regresar a Palacio Nacional a como diera lugar.

Al ver que no tenían ninguna posibilidad de ganar, Serrano y Gómez, los optaron por el camino de las armas y decidieron abandonar el de las instituciones. El plan era sencillo. El 2 de octubre, Obregón, Calles y Amaro presidirían una serie de maniobras militares en los llanos de Balbuena. En el transcurso de la exhibición, la guarnición de la ciudad de México tenía la orden de aprehender a los tres caudillos. Consumado el golpe, se designaría un presidente interino para convocar a elecciones.

Gómez marchó a Veracruz. Serrano por su parte, informó a la prensa que viajaba a Cuernavaca con la intención de festejar su santo anticipadamente. Obregón y Calles estaban acostumbrados a “madrugar”, no a que los “madrugaran”. Así que, el 2 de octubre, El General Amaro se movió con rapidez, puso mil hombres a custodiar el Castillo de Chapultepec, en donde se encontraban Calles y Obregón, desarticulando el movimiento golpista.

El General Francisco R. Serrano, con 14 de sus seguidores fue apresado en Cuernavaca por el Jefe de Operaciones General Enrique Díaz.

Cerca del mediodía, el General Claudio Fox se presentó en el castillo y recibió la siguiente orden por escrito:

“Sírvase marchar inmediatamente a Cuernavaca acompañado de una escolta de 50 hombres para recibir a los rebeldes Francisco R. Serrano y personas que lo acompañan y de inmediato los traslade a la Ciudad de México”.

Al oír esto, el General Álvaro Obregón le dijo a Calles:

“No, Plutarco, con tu permiso, pero las cosas no se hacen así; hay que hacer un escarmiento doloroso, derramando sangre que ahorre vidas; Serrano y sus acompañantes deben de ser fusilados inmediatamente”.
A Cuernavaca llegaron las órdenes de trasladar a los prisioneros a Tres Marías, en donde debían ser entregados al General Claudio Fox. Para esto, la carretera fue cerrada entre el poblado de Tres Marías y Huitzilac.

El general Enrique Díaz entrego a los prisioneros en ese lugar al General Claudio Fox.  En la tarde del 3 de octubre de 1927, llego el convoy al lugar conocido como Huitzilac, enseguida bajaron a los prisioneros amarrados de las manos con alambre eléctrico, cada prisionero fue puesto bajo la custodia de tres soldados.

El General Serrano le reclamó airadamente al Coronel Hilario Marroquín el trato que le estaban dando a sus compañeros. Como única respuesta obtuvo un brutal golpe en el rostro con la cacha de su pistola. Varios de los prisioneros pidieron clemencia. El General Fox se alejó de la escena dejando a cargo de las ejecuciones al Coronel Marroquín, que con una pistola en una de las manos y una ametralladora Thompson en la otra, profería toda clase de insultos.

Serrano volvió a increparlo y Marroquín le disparó a quemarropa en el pecho. A pesar de las heridas mortales, el general mostró una fortaleza inaudita y permaneció de pie observando fijamente a Marroquín quien volvió a dispararle.

Una vez en el suelo pateó su rostro, antes de darle el tiro de gracia. Aprovechando la confusión, el Capitán 1/o. Ernesto Noriega Méndez, Ayudante del General Serrano logró zafarse del cable que lo ataba y se lanzó sobre Marroquín para abofetearlo y escupirle. El coronel le disparó con la pistola y la ametralladora.

Al ver la dramática escena, el resto de los prisioneros intentaron darse a la fuga. Algunos fueron cazados como animales; otros permanecieron estoicamente en su lugar en espera de la muerte.

Junto al General Serrano murieron el General Carlos A. Vidal, el General A. Peralta, General Carlos Ariza Pineda, Mayor Octavio R. Almada, Capitán Augusto Peña, Capitán Ernesto Noriega Méndez; Lic. Rafael Martínez Escobar, Lic. Otilio González, Enrique Monteverde, hijo y el periodista Antonio J. Jáuregui.

El único que se salvó, fue el periodista Francisco J. Santamaría, quien pudo huir de sus captores, cuando iba ser trasladado el grupo a Huitzilac.

Antes de llevarlos al Hospital Militar, los cuerpos fueron trasladados al Castillo de Chapultepec. Se dice que Obregón vio uno por uno y señaló:

“A esta rebelión ya se la llevó la chingada” y cuando se detuvo frente al cadáver de Serrano, dijo: “Pobre Panchito, mira cómo te dejaron”.

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