General Francisco R.
Serrano (La Masacre de Huitzilac)
El General Francisco R.
Serrano, nació en 1886 en Santa Ana, Distrito del Fuerte, estado de Sinaloa.
Siendo sus padres Rufino Serrano y Micaela Barbeytia. Desde joven radico en el
estado de Sonora, en donde trabajó como Tenedor de libros y Contador. En 1910
se adhirió al movimiento revolucionario con el grado de Subteniente, alcanzando
el grado de Capitán 2/o., a la muerte de Madero se dio de alta en las filas del
Ejército Constitucionalista, en la Columna Expedicionaria, al mando del
entonces Coronel Álvaro Obregón.
Acercándose la sucesión
presidencial, el General Álvaro Obregón, presiono al entonces Presidente de
México, General Plutarco Elías Calles, para que se reformaran los artículos 82
y 83 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para que se permitiera
la reelección, después de un sexenio de por medio.
El General Serrano que tenía
la aspiración de suceder a Calles, se inconformo por esa reforma y lanzo un
manifiesto a la nación rechazando tal maniobra atentatoria a los ideales más
puros de la Revolución Mexicana (sufragio efectivo. No reelección), y lanzo su
candidatura a la Presidencia de la República. En contra de su antiguo jefe y
viejo amigo, el general Álvaro Obregón quien, le había tomado tal gusto a la
silla presidencial que se empecinó en regresar a Palacio Nacional a como diera
lugar.
Al ver que no tenían ninguna
posibilidad de ganar, Serrano y Gómez, los optaron por el camino de las armas y
decidieron abandonar el de las instituciones. El plan era sencillo. El 2 de
octubre, Obregón, Calles y Amaro presidirían una serie de maniobras militares
en los llanos de Balbuena. En el transcurso de la exhibición, la guarnición de
la ciudad de México tenía la orden de aprehender a los tres caudillos.
Consumado el golpe, se designaría un presidente interino para convocar a
elecciones.
Gómez marchó a Veracruz.
Serrano por su parte, informó a la prensa que viajaba a Cuernavaca con la
intención de festejar su santo anticipadamente. Obregón y Calles estaban
acostumbrados a “madrugar”, no a que los “madrugaran”. Así que, el 2 de
octubre, El General Amaro se movió con rapidez, puso mil hombres a custodiar el
Castillo de Chapultepec, en donde se encontraban Calles y Obregón,
desarticulando el movimiento golpista.
El General Francisco R.
Serrano, con 14 de sus seguidores fue apresado en Cuernavaca por el Jefe de
Operaciones General Enrique Díaz.
Cerca del mediodía, el General
Claudio Fox se presentó en el castillo y recibió la siguiente orden por
escrito:
“Sírvase marchar
inmediatamente a Cuernavaca acompañado de una escolta de 50 hombres para
recibir a los rebeldes Francisco R. Serrano y personas que lo acompañan y de
inmediato los traslade a la Ciudad de México”.
Al oír esto, el General Álvaro
Obregón le dijo a Calles:
“No, Plutarco, con tu permiso,
pero las cosas no se hacen así; hay que hacer un escarmiento doloroso,
derramando sangre que ahorre vidas; Serrano y sus acompañantes deben de ser
fusilados inmediatamente”.
A Cuernavaca llegaron las
órdenes de trasladar a los prisioneros a Tres Marías, en donde debían ser
entregados al General Claudio Fox. Para esto, la carretera fue cerrada entre el
poblado de Tres Marías y Huitzilac.
El general Enrique Díaz
entrego a los prisioneros en ese lugar al General Claudio Fox. En la tarde del 3 de octubre de 1927, llego el
convoy al lugar conocido como Huitzilac, enseguida bajaron a los prisioneros amarrados
de las manos con alambre eléctrico, cada prisionero fue puesto bajo la custodia
de tres soldados.
El General Serrano le reclamó
airadamente al Coronel Hilario Marroquín el trato que le estaban dando a sus
compañeros. Como única respuesta obtuvo un brutal golpe en el rostro con la
cacha de su pistola. Varios de los prisioneros pidieron clemencia. El General
Fox se alejó de la escena dejando a cargo de las ejecuciones al Coronel
Marroquín, que con una pistola en una de las manos y una ametralladora Thompson
en la otra, profería toda clase de insultos.
Serrano volvió a increparlo y
Marroquín le disparó a quemarropa en el pecho. A pesar de las heridas mortales,
el general mostró una fortaleza inaudita y permaneció de pie observando
fijamente a Marroquín quien volvió a dispararle.
Una vez en el suelo pateó su
rostro, antes de darle el tiro de gracia. Aprovechando la confusión, el Capitán
1/o. Ernesto Noriega Méndez, Ayudante del General Serrano logró zafarse del
cable que lo ataba y se lanzó sobre Marroquín para abofetearlo y escupirle. El
coronel le disparó con la pistola y la ametralladora.
Al ver la dramática escena, el
resto de los prisioneros intentaron darse a la fuga. Algunos fueron cazados
como animales; otros permanecieron estoicamente en su lugar en espera de la
muerte.
Junto al General Serrano
murieron el General Carlos A. Vidal, el General A. Peralta, General Carlos Ariza
Pineda, Mayor Octavio R. Almada, Capitán Augusto Peña, Capitán Ernesto Noriega Méndez;
Lic. Rafael Martínez Escobar, Lic. Otilio González, Enrique Monteverde, hijo y
el periodista Antonio J. Jáuregui.
El único que se salvó, fue el
periodista Francisco J. Santamaría, quien pudo huir de sus captores, cuando iba
ser trasladado el grupo a Huitzilac.
Antes de llevarlos al Hospital
Militar, los cuerpos fueron trasladados al Castillo de Chapultepec. Se dice que
Obregón vio uno por uno y señaló:
“A esta rebelión ya se la
llevó la chingada” y cuando se detuvo frente al cadáver de Serrano, dijo:
“Pobre Panchito, mira cómo te dejaron”.
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