Carlota I Emperatriz de México
La Emperatriz Carlota Amalia
de Bélgica o Carlota I de México, nació en el castillo de Laeken cerca de
Bruselas, Bélgica, el 7 de junio de 1840. Fue una de las hijas del matrimonio
formado por el Rey Leopoldo I de Bélgica y la Princesa Luisa María de Orleans.
En el año de 1857 contrajo
matrimonio con Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria, quien siete
años después sería coronado emperador de México.
El 10 de abril de 1864, los
príncipes Maximiliano y Carlota recibieron en el Castillo de Miramar a la
comisión enviada por la Junta de Notables de México para ofrecerles el trono
del país, el cual aceptaron creyendo que era una petición de todo el pueblo. El
12 de junio de aquel año llegaron a la capital de México, y luego se instalaron
en el castillo de Chapultepec.
En el corto tiempo que duro el
Segundo Imperio de México, (1864-1867), la emperatriz asumió las funciones
propias de su rango, y durante las ausencias de Maximiliano, encabezó la
regencia del Imperio.
La presión de las tropas
republicanas encabezadas por el Presidente Benito Juárez y la imposibilidad de
Maximiliano para mantener el control militar en el país, aunado a lo anterior, la
posible salida de las tropas francesas de México y ante la posibilidad de
perder la Corona, tuvo que viajar a Francia en el año de 1866, en busca de
apoyo del Emperador Napoleón III.
Tras serle negado el apoyo, la
emperatriz marchó a Roma para entrevistarse con el Papa (Es la primera mujer
que duerme en El Vaticano). Fue entonces cuando se manifestaron los primeros
síntomas de su enajenación mental, agravados por el fusilamiento de su marido
en México.
Ella pasó el resto de su vida
en aislamiento, primero vivió en el pabellón del jardín “El Gartenhaus” del Castillo
de Miramar. Posteriormente, la familia real belga la alojo en el Castillo de
Tervueren. Después residió en el Palacio Laeken y finalmente fue alojada en el
Château de Bouchout en Meise, Bélgica. lugar en el que quedó recluida hasta su
muerte a los 86 años, a causa de una neumonía el 19 de enero de 1927.
Las crónicas de la época
dicen, que en su lecho de muerte ella murmuro lo siguiente:
"Recordadle al universo
al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera que se nos recuerde con
tristeza, pero sin odio"
Según el historiador mexicano
Luis Weckmann sus últimas palabras fueron:
"Todo aquello terminó sin
haber alcanzado el éxito".
Sus restos reposan en la
cripta de la Iglesia de Laeken, lejos de los restos mortales de su marido, que
descansan en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos en Viena.
En cuanto a los orígenes de su
locura se manejan muchas versiones, las cuales, todas ellas no han sido
compradas, van desde que una vieja curandera de filiación juarista, le dio un
brebaje que la volvió loca o hasta que se volvió loca por el amor que le tenía
a Maximiliano. Lo cierto, que la enfermedad mental que padeció fue paranoia y
esquizofrenia, que se acentuó al enterarse de la muerte de su marido.
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