domingo, 15 de julio de 2018

Los Insurgentes: José Antonio “El Amo” Torres.


José Antonio “El Amo” Torres.

José Antonio Torres, nació en San Pedro Piedra Gorda, Guanajuato, el 2 de noviembre de 1760, más conocido como el “Amo Torres” por haber sido administrador de la Hacienda de Atotonilquillo, ubicada en San Pedro Piedra Gorda (Manuel Doblado, Gto.)

Al tener conocimiento del movimiento insurgente de Don Miguel Hidalgo, se dio a la tarea de organizar un grupo de hombres y se presentó con ellos ante el Padre Hidalgo, el 4 de octubre de 1810, días después que Hidalgo ocupara la ciudad de Guanajuato, de inmediato Hidalgo le ordeno que levantara más hombres y capturara la ciudad de Guadalajara, la cual tomo el 11 de noviembre de 1810.

Para esto, Hidalgo le otorgó el grado de coronel y puso a su disposición a cerca de cien hombres. En su camino hacia Guadalajara, logro sumar 400 soldados más, en su mayoría indígenas, los cuales estaban armados hoces, palos, hondas y lanzas. Pese a lo anterior, “El Amo Torres”, se mantuvo activo en la Nueva Galicia (Hoy Jalisco), mantuvo a raya a los realistas y domino la región por bastante tiempo.

Después de enterarse de la captura de los principales jefes del movimiento de independencia en Acatita de Bajan, Coah., siguió mantuvo viva la flama independentista en la zona de nueva Galicia y Michoacán, tuvo varios combates con las tropas de Pedro Celestino Negrete y José de la Cruz.

Finalmente, el 4 de abril de 1812 fue derrotado y capturado, en la Hacienda de Tupataro (hoy Cueramaro, Mich.), por el teniente Antonio López Merino.

Marchó al patíbulo y fue ahorcado, su cuerpo estuvo colgado por varias horas, después se procedió a arrastrarlo, a decapitarlo y a descuartizarlo, después a cada parte de su cuerpo cercenada se le coloco una leyenda, que a la letra dice:

“José Antonio Torres traidor al Rey y a la Patria, cabecilla rebelde e invasor de esta capital”. Así pereció este insurgente en la plaza Venegas (Mercado Corona) de Guadalajara el 23 de mayo de 1812.

Su cabeza permaneció en el lugar de ejecución por 40 días, sus brazos fueron llevados a Zacoalco y Mexicaltzingo y sus piernas a las garitas de San Pedro y del Carmen. Su muerte debía ser ejemplar para aquellos que osaran levantarse contra la autoridad del rey.

Cabe hacer mención, que mientras que Don Miguel Hidalgo era sanguinario, Torres era un hombre que respetaba la vida y trataba de ser lo más justo posible a la hora de conquistar territorios y devolver a los indígenas las tierras que les pertenecían.

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