¿Quién es el autor intelectual
del asesinato del General Francisco Villa?
El próximo 17 de julio, se va
cumplir un año más del asesinato del General Francisco Villa. Durante mucho
tiempo se ha manejado la versión, de que su asesinato fue un crimen de estado,
ordenado por el entonces Presidente de México General Álvaro Obregón y todo
parecía indicar que sí, pero no es esta la verdad histórica.
El General Francisco Villa,
durante su vida como criminal y después como militar, era muy desconfiado y muy
cuidadoso de la seguridad de su persona y de los que lo rodeaban, con el paso
del tiempo y a partir que se rindió al gobierno de Adolfo de la Huerta su
desconfianza disminuyo, debido a que sus vínculos con el General Obregón era
cordial y prueba de ello es que existió mucha correspondencia entre ellos, cosa
que no le gusto a muchos y trataban por todos los medios que se enemistaran los
dos generales.
Es sabido que el General Villa
y la familia de los Generales Maclovio y Luis Herrera eran enemigos irreconciliables,
debido a que los dos últimos generales lo traicionaron y le voltearon la
espalada al apoyar a Venustiano Carranza. Debido a todo lo anterior, Villa juro
que iba a acabar con la familia y lo hizo. Al General Luis Herrera, lo colgó
cuando estaba agonizando y mando fusilar a Don José de la Luz Herrera, padre de
los dos generales y a dos hermanos más en la ciudad de Parral. Chih.
En la ciudad de Torreón,
Coah., vivía el único sobreviviente de la familia Herrera Cano de nombre José,
quien, desde que el General Villa vivia en la Hacienda de Canutillo, intrigaba
en contra de él, hasta llegar a planear su asesinato. El en persona se
entrevistó con el General Álvaro Obregón, para darle a conocer que iba mandar a
matar al General Villa, porque creía que el general lo estaba cazando.
En el libro titulado “La
Sangre al Río”, escrito por Raúl Herrera Márquez, narra el pasaje, en donde
José Herrera Cano le informa al entonces Presidente Álvaro Obregón de asesinar
al General Francisco Villa y cito:
“Mi general, le vengo a informar que voy a matar
a Francisco Villa. Un ligero sobresalto en la mirada del Presidente Álvaro
Obregón delata su sorpresa. Después de intercambiar con él palabra,
insustanciales acerca del clima y la economía en Torreón, desde donde viajó a
la Ciudad de México, Jesús Herrera se ha dejado de rodeos”.
Las puertas de Palacio
Nacional se abrieron para él gracias a la cercanía que sus hermanos, los
difuntos generales Luis y Maclovio
Herrera, tuvieron con Obregón, El presidente mantiene una expresión serena sólo
traicionada por la pérdida de la sonrisa, por su silencio y por el tamborileo de
sus dedos sobre unos documentos, que descansan en el escritorio.
“No le vengo a pedir permiso,
general -continúa Jesús, sin dejarse intimidar por el silencio y la actitud inquisitiva
del presidente, le vengo avisar, Esa fiera se ha ensañado con mi familia. De
los hombres sólo quedo yo, y ya ha intentado matarme. Hace apenas unos días me mandó dos asesinos a
Torreón. Gracias a dios que un pariente lejano que andaba en Canutillo por
negocios se dio cuenta de los movimientos y me previno. La policía agarró a los
matones cuando entraban armados en mí oficina, llevaban mi nombre anotado”.
“Mi general, usted conoce a
Villa tan bien como yo, no va a parar hasta verme muerto y es muy capaz de
seguirse con las mujeres y los niños, acuérdese de que prometió acabar con
todos nosotros. No voy a quedarme con los brazos cruzados, tengo que hacer todo
lo que esté en mis manos por impedir más tragedias en mi familia; de otro
modo. no sería digno de llamarme hijo de
mis padres”.
“¿Bueno, ¿Don Jesús, rompió el
silencio el presidente, vino desde Torreón para decirme esto? ¿por qué?”
“Mire, mi general (continúa
Herrera), recargando los antebrazos sobre el escritorio después de pasar su
sombrero a la silla de junto-. yo ya
tengo todo planeado y me falla poco para acabar de conseguir a la gente que se
va a en cargar, pero necesito pedirle un favor en memoria de mis hermanos, que
en paz descansen”.
“Usted sabe que a los
generales y a su señor padre siempre les guardé un particular aprecio, responde
Obregón, mostrando una cautela inusual en su abierto carácter norteño.”
“Como le digo, tengo todo preparado,
prosigue Herrera, pero necesito asegurarme de que mi gente pueda actuar con
libertad. Acuartéleme a la tropa en
Parral, o si se puede, mándela fuera de la ciudad. También le quiero pedir
inmunidad. No soy el único que tiene
interés en este asunto; hay muchos que
participamos. Todos somos hombres comunes y corrientes. Somos gente pacífica, pero no hay uno entre
nosotros con quien no tenga Villa cuentas pendientes, al que no ha tratado de
asesinar, le ha matado familiares o lo ha despojado. Todos vivimos bajo amenaza, en esto hay
mucho de defensa propia; no sería justo que saliéramos perjudicados por
protegernos”.
“Mire, Don Jesús, se expresa
por fin Obregón, a este país lo que le urge es pacificarse. Mi gobierno no
quiere participar en más actos de violencia”.
Con el estómago hecho nudo,
Jesús, se esfuerza por evitar que la decepción se le note en la cara.
“No dejo de ver que México ha
pasado por tiempos muy difíciles, continúa
el presidente, hay muchos que con todo derecho se sienten agraviados, y
es natural que quieran hacer justicia por propia mano, pero en mi posición no
puedo suscribir los
planes de usted, imagínese”.
“Bueno a todo esto, como esta
su señora madre y sus hermanas, no me ha dicho nada de ellas”.
“Decayendo, general, responde
Jesús, replegándose a su respaldo y desviando la mirada con incomodidad, ya
está anciana, tantas muertes la han destrozado.
Mis hermanas, luchando por sobreponerse a la pena, para poder seguir
adelante con sus vidas”.
Obregón se pone de pie, rodea
su escritorio y se dirige lentamente a la puerta en señal de que la entrevista
ha terminado. Jesús recoge su sombrero y
va tras él.
“Deles muchos saludos de mi
parte, Don Jesús. Sé bien lo mucho que
han sufrido ustedes, y no he olvidado que en Chihuahua el General Don Luis y yo
intercambiamos promesas de ver uno por la familia del otro en el caso de que
cualquiera de los dos muriera”
“Recuerdo la expresión de
confusión del mayorcito cuando su papá
me lo presentó”, agrega sonriendo, con la mano en el picaporte. Agrego, mi promesa
de entonces fue auténtica, concluye levantando los ojos, para clavarlos en los
de su interlocutor”
“En lo que esté a mi alcance,
a usted y a los suyos no les va a pasar nada”
Jesús siente el golpeteo
acelerado de: su corazón. Más claro, ni el agua.
“Le agradezco mucho su comprensión, mi
general”.
“Por allá en Torreón lo va
buscar un hombre de mis confianzas. Por
conducto de él, manténgame informado, de sus negocios, de sus necesidades, en
fin, de todas sus actividades y sus planes”
Era el 26 de marzo de 1923,
era un hecho, Jesús Herrera Cano, tenía el camino abierto para asesinar al
General Francisco Villa.
Finalmente, el 17 de julio de
1923, fue asesinado cobardemente, el General Francisco Villa, en Hidalgo del
Parral, Chih., víctima de la traición de los enemigos cobardes que siempre
tuvo.
Por último, aunque Álvaro
Obregón no fue el autor intelectual del asesinato del General Francisco Villa,
si es culpable por omisión, porque la enterarse del posible asesinato del
general, por boca de Jesús Herrera Cano, no hizo nada para impedirlo y de algún
modo, les facilito le trabajo a sus asesinos materiales, cuyos nombres son:
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